martes, 3 de mayo de 2011

La terapia de Mourinho (por David)





Terminó la semana del millón doscientos mil parados en Andalucía, de la boda real británica y del enésimo partido del siglo. Mourinho nos salva de la monotonía depresiva de la crisis. Este país ya tiene otro motivo de queja. Un motivo que pertenece al género de ficción, porque este portugués es un actor que hace de malo. En un culebrón no tendría precio, pero a la reputación del Madrid le hace un flaco favor. A algunos madridistas les pone de los nervios y otros futboleros lamentan que haya arrastrado a Guardiola a su estilo tremendista en la rueda de prensa previa al partido del Bernabéu.
Leo en comentarios de internet que el Madrid-Barcelona del miércoles fue como el Holanda-España, en el que ganó España y Holanda se quejó del árbitro. Aunque el árbitro le sacara a Pepe una roja en vez de una amarilla, el equipo blanco jugó tan sucio y tan feo que dio una penosa imagen y en mi opinión mereció perder. Una entidad como el Real Madrid no puede salir al campo como lo hizo la semana pasada. Se supone que debe ofrecer un espectáculo como ningún otro equipo. He oído en algunos diarios que el vestuario cuestiona a su entrenador. Ya era hora; están haciendo el ridículo pisando tobillos, jugadores que están entre los mejores del mundo. La cuestión es por qué un hombre con tanta personalidad y sabiduría para los negocios como Florentino Pérez deja a su club en manos de un personaje así. La respuesta debe ser simple; por un título, lo que sea, el fin justifica los medios.
A Mourinho no le gustaba Valdano, un caballero dentro y fuera del campo, aunque algo empalagoso. Y el señor Pérez lo quitó de en medio: ni viaja con el equipo, ni entra en el vestuario, ni se toman en cuenta sus consejos. El malo de esta película se permite no acudir a las ruedas de prensa y como los periodistas se marchan, al día siguiente los provoca. No contesta a las preguntas con un argumento inquietante: si ellos no preguntan a Karanka, él sólo hablará con directores. De número uno a número uno; no deja papel alguno para el presidente. Pero Florentino no será la principal víctima de la terapia de Mourinho, al fin y al cabo se lo merece. Lo peor de esta batalla de gladiadores es que va a romper a la selección nacional. Después de tanta violencia, simulación y denuncias, difícilmente volverá a ser un grupo de jóvenes bien avenidos. El fenómeno Mourinho es pasajero, sus secuelas puede que duren.
Hoy tendremos el último asalto, ojalá cambie la situación y mañana podamos hablar única y exclusivamente del fútbol que se ha jugado sobre el césped. Si tenemos un gran partido habrá ganado el fútbol y los aficionados a este deporte, sea cual sea el clasificado para la final de Champions.

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