miércoles, 17 de agosto de 2011

Relato con Solera - ¿Realidad o ficción? (y IV)

Los segundos pasaban, la pared totalmente agrietada, y los segundos corrían en contra de Álvaro y Nando. Decidieron subir a la mesa y salir por la sucia y antigua trampilla que se encontraba en el techo del despacho. Cuando Álvaro subió a la mesa e intento abrir la fría y sólida tapadera de metal, se encontró con la sorpresa de que la trampilla estaba totalmente sellada con silicona, ¡OH no!, dijo Álvaro, creían que este era el final. Después de unos segundos en los cuales, uno de los zombis asomaba medio cuerpo por la puerta rodeado del resto de brazos de sus hambrientos compañeros, Nando dijo: "apártate Álvaro", y agarró la escopeta rompiendo totalmente la trampilla, que daba lugar a un misterioso conducto de ventilación.

Mientras subían, la pared se derrumbó, la puerta se vino abajo y todos entraron en manada para atacar a los dos chicos, por suerte, ya habían logrado subir, aunque algo, agarró de la pierna a Nando. Era eso grande que había golpeado constantemente la pared, esa cosa tenía mucha fuerza y empezaba a arrastrar a Nando hacia abajo, hacia la muerte. Álvaro se asomó por la trampilla, mientras agarraba a Nando, y pudo observar que aquella cosa era nada más y nada menos que una compañera de la empresa.

El virus había mutado en ella, con grandes síntomas de fuerza, maldad y destrucción. Su cabeza era inmensa y con voz contundente, realizando un giro inesperado, dijo: ¡Que te meto así! Álvaro sin dudarlo con el otro brazo que le quedaba libre agarró la escopeta y dijo, ahora vas a echar un pegote de mezcla para arreglar la pared, y disparó, haciendo menguar la fuerza de aquel bicho, mientras los dos a gatas corrían por aquel estrecho conducto de ventilación.

Llegaron a una sala, concretamente a un departamento donde el olor a colonia barata era insoportable, saltaron del conducto y posaron cuidadosamente sus pies en el frio suelo de aquel departamento. Cansados y temerosos ante todo lo que estaban viviendo, tenían que soportar los incesantes gritos de aquellos seres que se paseaban por los pasillos de la empresa en busca de carne fresca. Al parecer en aquel lugar no había más supervivientes, solo quedaban ellos dos ante el peligro, todo estaba devastado, solo se respiraba miedo, se observaba sangre y cuerpos por todos los sitios, y no se hallaba ninguna salida para salir de aquel edificio. Viendo que todo estaba infectado, los dos, decidieron ir hacia la puerta de la azotea que había en la escalera principal, era la última opción que les quedaba.

Con mucho miedo, se adentraron de nuevo en aquellos pasillos, donde reinaban esos temibles seres, dispararon sin parar, rompieron cuellos, cabezas y todo lo que encontraron por el camino, hasta que llegaron a la esperada tercera planta. Cuando llegaron rompieron la oxidada cerradura de la puerta, esperando con muchas ganas, que detrás de esa puerta se encontrara la libertad. Mientras, se podían escuchar los intensos pasos de aquellos seres por las escaleras, que se dirigían a la tercera planta, Álvaro y Nando se miraron y decidieron abrir la puerta, era la última opción, la vida o la muerte.

Cuando abrieron, encontraron una salida al fondo, al parecer un hueco en la pared, provocado por la antigüedad de aquel edificio, corrieron hacia el hueco cuando un zombi sorprendió a Nando y le atacó en el cuello. Álvaro no pudo hacer nada, y continuó corriendo, cuando se encontraba cerca de la salida, se tropezó con unas maderas viejas, y sin poder levantarse, una manada de aquellos seres, se le abalanzó al cuello, espalda… mientras salía una intensa lágrima de su ojo, solo podía ver al fondo el cuerpo de su amigo Nando con las tripas fueras.

TIC TIC TIC TIC…

Álvaro se levantó de golpe, sudoroso observó su reloj y eran las 7.00 de la mañana, todo había sido una pesadilla, no había nada que temer. Realizó las mismas acciones que cualquier día, dejó a su hijo en la guardería, y se dirigió a su trabajo, cuando vio un aparcamiento aceleró, pero sin quererlo, se le cruzó alguien, tuvo que realizar una rápida maniobra para evitar el atropello. Aparcó y mientras iba caminando se acordó que ese momento ya lo había vivido, pero en esta ocasión, no era un sueño, era la vida real, sin querer, andaba directo hacia la puerta de la empresa, no quería, pero era inevitable, era su destino, una vez dentro grito “NOOOOOOOOO”, se cerraron en ese momento todas las puertas y sabía que de allí no iba a salir nunca.



FIN

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