lunes, 25 de julio de 2011

Retirarse a tiempo (por Susana Moreno)

Es bueno perseverar, pero también lo es replegarse ante lo que nos impide crecer. Retirarse no es olvidar, ni rendirse, ni renunciar. Es una manera de ganar el tiempo necesario para avanzar mejor.

Hay retiradas que después, a medio o largo plazo nos permitirán avanzar más y mejor. Retirada quiere decir , en primer lugar, que retrocedemos ante algo que resulta ser más fuerte. Retirada a tiempo para evitar según qué derrotas. Porque, en muchas ocasiones, resistir no es sinónimo de ganar sino de desgaste.

Pero también podemos elegir replegarnos cuando nos damos cuenta de que hemos avanzado y penetrado en algo injustamente. Esa retirada nos purifica y nos conecta con la modestia. Pero sin duda, la más dolorosa, es la retirada que practicamos cuando ya no nos necesitan; o cuando estamos desanimados y sin fuerzas, con "suministros escasos". En este caso, los demás se aprovecharán de nuestra debilidad.

Y sí cabe decir, la retirada que nos hace libre (la pude experimentar hace unos años), es lo mejor de la vida: la sensación de que en todo momento podemos volver a empezar.


"Es hermoso vivir porque vivir es comenzar siempre, a cada instante"


Gracias Susana.

sábado, 16 de julio de 2011

En la Fiesta del Carmen (por Eduardo Velo)

En la fiesta del Carmen estamos, un día señalado del calendario estival, especialmente para las personas mayores y para las poblaciones donde costeras, en donde la advocación marina del Carmen está muy arraigada entre las gentes del mar.
La fiesta del Carmen parece ser que tuvo su origen en Inglaterra ya que fueron los ingleses los que concibieron la idea al ser, precisamente, en el Reino Unido donde cuenta la historia que tuvo lugar el beneficio supremo de María a la Orden del Carmen: la entrega del Santo Escapulario. Y es curioso, según apunta el P. Miguel Barbero en su libro sobre la imagen de la Virgen del Carmen Coronada de Jerez y su Basílica, que una vez introducida la fiesta, se impuso rápidamente por sí misma, primero en toda la Orden y, después, en toda la Iglesia.
Pero la fiesta del Carmen no queda encerrada en los muros de los conventos carmelitanos. Y así, en 1674, la reina regente de España, Mariana de Austria, quien se dirija al Papa pidiendo se celebre la fiesta de la Virgen del Carmen en todos los dominios del rey católico; instancia que fue atendida por Clemente X.
La fiesta de la Virgen del Carmen ha calado tan profundamente en el corazón de los católicos que son muchos los pueblos, regiones y hasta naciones que la tienen por patrona llegando a convertirse en la devoción más popular e universal de María.
Para Jerez, también es jornada importante cada 16 de julio, fiesta de la Virgen del Carmen. Una devoción que se remonta al año 1586 cuando, los carmelitas, procedentes de Sevilla, fundan convento en Jerez y, tal como era costumbre general en la Orden, trajeron consigo una imagen de la Virgen bajo la advocación del Carmen.
425 años se cumplen en este 2011 de la llegada de los carmelitas y con ellos de la Virgen del Carmen a Jerez, primero provisionalmente en el Hospital de la Sangre, hoy Centro de Acogidas San José, donde permanecieron un año para trasladarse a la Ermita de San Benito en el camino de Sevilla un 1 de junio de 1587, que es la fecha que queda como la oficial de la fundación del Convento del Carmen de Jerez, hasta trasladarse definitivamente al actual Basílica, levantada a principios del siglo XVIII.
Más de cuatro siglos de historia llevará la procesión de esta tarde, siglos de fe y de devoción a una imagen que hecha sus raíces en lo más profundo de la religiosidad de Jerez. Siglos de entrega mutua de la ciudad con la Virgen y con la Orden del Carmelo y siglos también de entrega de la Orden con la ciudad, recordemos que la marcha de los carmelitas de la Ermita de San Benito vino motivada por la tremenda epidemia de peste que afectó de forma devastadora a Jerez en el año 1600, llegando a morir en un solo día por contagio hasta dos mil personas, y en un gesto de generosidad los carmelitas abandonan su convento en tres días y se lo entregan a los apestados de la ciudad para que allí, en las afueras de la ciudad se estableciera un hospital, viviendo la comunidad durante algunos años de prestado en casa de particulares.
Esto es solo parte de una historia de siglos que hoy también se pondrá en la calle acompañando a la Virgen del Carmen, como cada 16 de julio, fundiendo el presente y el pasado, en este día de fiesta, con las estrofas del himno de su coronación canónica: “Como Dios te corona en el cielo, te corona, Jerez con su amor”. 
Hoy es la fiesta del Carmen solo hay que salir a las calles del centro, o acercarse a nuestros pueblos costeros, para darse cuenta que el 16 de julio, sin estar en rojo en el calendario, por historia, por tradición y sobre todo por devoción, si es la gran fiesta del verano. 

jueves, 7 de julio de 2011

Reflexión en la madrugada (por David)

¿Es recomendable querer al ser humano? Es una pregunta que me viene multitud de veces a la cabeza y me ha animado a escribir esta entrada un sábado a las 5 de la madrugada, después de una noche de fiesta. Pues la respuesta sería complicada, pero a veces pienso que no. He llegado a la conclusión de que tener sentimientos de amor, cariño o aprecio hacia otras personas no es más que el camino para hacernos daño a uno mismo.
Por un momento me imagino a una persona que no sienta nada hacia nadie. Probablemente se pierda las bondades de las relaciones que proporcionan la condición de ser humano, pero por otro lado, es una forma de autoprotección. Me explico, si no sientes nada hacia otras personas nunca te podrán herir y obtendrás un escudo natural para no sufrir.
En el día a día nace el cariño hacia compañeros de trabajo, de estudios, vecinos, amigos, familia y multitud de personas que nos rodean. Pero probablemente llegará un día en el que no estén, nos faltarán por diversos motivos. Así que para evitar echarlos de menos y su añoranza, lo mejor es intentar erradicar cualquier atisbo de sentimentalismo.
Casi con total seguridad, los lectores pensarán que estoy equivocado y seguro que tendrán razón, ya que habrá millones de explicaciones que rebatan mi pensamiento. Pero nadie podrá impedir que realice esta reflexión que en muchos momentos me pasa por la mente y me hace sopesar multitud de cuestiones vitales para mi devenir diario.
Como muestra, ahora mismo me viene a la mente un bebé que tengo muy cerca, al cual adoro. Es un simple ejemplo que quizás le dé sentido a este post, porque puede que mañana me sea imposible disfrutar de su presencia y me llene de tristeza la posibilidad de no formar parte de su futuro.

lunes, 4 de julio de 2011

Envidia (por Pedro Cardeñoso, psicólogo)


La sana envidia es un sentimiento natural que alguna vez hemos sentido, pero ¿qué ocurre cuando la envidia se convierte en una obsesión enfermiza? Tener envidia es sentir tristeza por el bien ajeno. Querer poseer algo de los demás sin tener que realizar ni reconocer el esfuerzo que el otro ha hecho para conseguirlo.
La envidia genera odio y resentimiento. El envidioso no piensa en cómo el otro alcanzó el objeto de la envidia, sino que genera la fantasía de quitarle lo que tiene.
La diferencia con la admiración y sana envidia está en ser capaz de reconocer, apreciar, estimar y valorar a una persona por su logro. Produce, al igual que la envidia, el deseo de poseer, pero reproduciendo la conducta del otro para merecer lo mismo.
Desde un punto de vista social, la envidia ha sido negativa y fuente de permanentes conflictos entre personas, comunidades y culturas. La religión cristiana la considera un pecado capital.
Cuando se pasa el límite de lo saludable y la envidia se hace destructiva, provocando malestar emocional y reacciones negativas que pueden llegar a la baja autoestima, al aislamiento y la depresión; hablamos de una patología que puede llevar, incluso, a conductas delictivas.
Se suele envidiar: el reconocimiento social, la fama, el prestigio, el poder, el éxito, la felicidad, la pareja, los hijos y los bienes. Por envidiar hay quien envidia los males de otro (si no, escuche en la sala de espera de una consulta médica la competición que se entabla por ver quién tiene lo peor).
Para no caer en esta trampa de la parte oscura de la mente humana, hay que tener en cuenta que es bueno desear, tener o lograr objetivos en la vida. Incluso, podemos ver en los demás qué es lo que nos gustaría tener. Pero lo primordial es que nosotros mismos definamos a qué aspiramos en la vida: ¿una pareja ideal? ¿estudios? ¿viajar? ¿vivir en paz? ¿un coche? ¿una casa? ¿ser reconocidos por todos? ¿sexo? ¿escribir? ¿el poder de liderar? ¿ejercer una profesión concreta?
Una vez aclarado dónde queremos llegar empieza el camino para lograrlo, con el esfuerzo orientado hacia la consecución de estas metas.
Según los expertos, así dejaremos de envidiar, porque estaremos muy ocupados en nuestros propios objetivos como para fijarnos en lo que obtienen o han conseguido los demás …
Es decir, que es cuestión de estar entretenido. No, si ya lo dice el refranero: “Cuando el Diablo no tiene nada que hacer …”.

viernes, 1 de julio de 2011

“Orgullo” de ser humano (por Nando L.)

Orgullo de ser persona ante todo, el miércoles se celebró el día del orgullo gay. A modo de ejemplo os puedo contar que tengo un amigo que lleva muy a gala el ser homosexual y es una persona con un gran corazón y con la que sabes que cualquier momento a su lado es sinónimo de risas y alegría. Por supuesto, no todo el mundo puede decir lo mismo ya que hoy en día, aunque en menor  medida que hace unos años,  aún se vive el desprecio hacia el colectivo homosexual.

Hace unos días veía en televisión un reportaje en el que cuatro adolescentes, estudiantes todos, contaban  como habían pasado por el mal trago de que en su colegio o instituto supieran que  eran gays o lesbianas. En él se mostraba la crueldad que desprenden chicos y chicas de temprana edad para con los que ellos consideran que son “bichos raros” que no se ajustan al patrón establecido por cierta arcaica sociedad. Estos cuatro chicos y chicas contaban las vejaciones que habían sufrido, algunas inmortalizadas en video con un teléfono móvil, solamente por tener una condición sexual distinta a la convencional, ni mejor ni peor, solo distinta. La conducta fascista de estos indeseables es reflejo inequívoco de que, desde su más tierna infancia, están siendo educados en la intolerancia y el desarraigo a la raza humana.

Es tiempo de consideración con el  prójimo y de libertades para todos sea cual sea su condición sexual, su religión, su raza, la etnia a la que pertenezca, etcétera. Es injusto infravalorar a una persona por causas insustanciales que no hacen más que generar un ambiente de odio y aversión hacia un colectivo que vive y deja vivir. Estos odios y rechazos germinan en familias que promueven un ambiente rancio, con ideas fascistas, con valores extremadamente conservadores que no estiman la posibilidad de que en la variedad está el avance de una sociedad castigada por la represión sobrevenida de muchos años atrás.

Pero voy más allá y seguro que me estoy introduciendo en terreno pantanoso cuando menciono a la Iglesia Católica. Uno de los estamentos que más daño ha hecho al colectivo homosexual a lo largo de la historia. Primero por la represión que ha ejercido junto a gobiernos dictatoriales contra el colectivo en cuestión y segundo por el rechazo a un reconocimiento de derechos eclesiásticos que como cualquier cristiano debe poseer y que hoy en día continúa perpetuándose en el error de no tratar a este colectivo de personas como hijos de Dios y sí como descendientes del mismo Satán. Es espantoso pensar que, hoy en día, la cúpula de esta institución considera la homosexualidad como una enfermedad llegando incluso a intentar su cura con ritos ridículos.

Como he reseñado anteriormente, es momento de avanzar en el reconocimiento de derechos al colectivo de gays, lesbianas, y transexuales. Tenemos que labrar la tierra y abonarla para que las próximas generaciones que nazcan de ella sean limpias de corazón y de espíritu, crezcan sin prejuicios y con la tolerancia suficiente para que encima de este planeta no haya distinciones entre congéneres por ningún motivo denigrante.